La autenticidad y la experiencia son algunos de los valores que destacan los expertos en el segmento de alta gama.
El oro y el mármol le fueron cediendo protagonismo a materiales nobles como la piedra y la madera en los detalles de hotelería. Y cada vez más personas de alto poder adquisitivo ponen el acento en experimentar antes que en poseer.
Estos fueron algunos de los conceptos desarrollados en el foro “El viajero de lujo, un cliente cambiante y exigente”, en el marco del evento The Chic Experience, semanas atrás en Yacht Club Puerto Madero.
Según Constanza Sierra, directora de Essentia Consulting Luxury, el turismo de lujo es más experimental. Hay una tendencia del viajero a querer sentirse un “local más”, trasladar al viaje las pasiones personales y explotar los sentidos. Es que estos turistas ya no se ven tan atraídos por los servicios ostentosos: se corrieron hacia un lujo más tranquilo y modesto, y planean sus viajes enfocados en la autenticidad.
“Hoy se puede alquilar una Ferrari en Francia y recorrer la Costa Azul sin necesidad de comprar ese auto”, analiza Maita Barrenechea, managing director que por 25 años atendió viajeros de lujo en Argentina.
Reconocida como “Top Travel Agent 2010 de Argentina” por Travel+Leisure, Barrenechea explica que el lujo clásico de antes remitía a la ostentación, la opulencia, al glamour y al estatus; mientras que se asociaba con objetos y materiales como el oro, los diamantes, el brillo, la limousine y el champagne . Si bien siguen existiendo estos productos, importa dónde y con quién los consumimos. “El nuevo lujo se asocia con la experiencia, autenticidad, excelencia, personalización y privacidad. Además, hoy el lujo es más accesible porque hay otras maneras de consumirlo, lo cual se ve claramente en las marcas: uno puede comprar un par de anteojos de sol o un perfume aunque no tenga el poder adquisitivo para comprar un vestido de la misma tienda”, agrega.
¿Qué busca el pasajero de lujo? Los expertos afirman que la tendencia consiste en ir al encuentro de experiencias memorables, significativas, transformadoras, únicas y de excelencia, con atención a los detalles y servicios súper personalizados (hechos a medida); sumados a la exigencia de autenticidad en las comidas, las tradiciones del destino visitado, el diseño y los materiales, como también al rechazo por la ostentación y una conciencia ambiental in crescendo . Por eso muchos hoteles pasaron del oro y el mármol a la piedra y la madera.
Con respecto a los motivos que llevan al viajero de lujo a tomar la decisión de armar las valijas, Maita Barrenechea considera que el interés está en conectarse (consigo mismo, con los seres queridos, con quienes se comparte el viaje, con el entorno). “El nuevo viajero de lujo se quiere llevar la esencia del lugar. Quiere participar e interactuar con la naturaleza y la comunidad local. Quiere aprender y enriquecerse (los viajes tienen que ser experiencias didácticas)”, destaca. El nuevo viajero quiere conocer culturas diferentes y fascinantes (desde Perú a la India), visitar lugares donde se respete el medio ambiente y se ponga énfasis en la ecología, como Península Valdés, Esteros del Iberá o los Parques Nacionales, en Argentina. En síntesis, tener vivencias personales, sociales, culturales, espirituales, deportivas y de aventura. A todas estas se suman las experiencias gastronómicas, que se ubican al tope en la lista de los intereses especiales.
La clasificación tradicional del turismo de lujo se basa en su poder adquisitivo. Así, las especialistas distinguen tres categorías: el lujo absoluto, segmento conformado por ultra ricos a los que las variaciones económicas no los afectan; el lujo aspiracional, hombres de negocios y profesionales exitosos a los que les costó conseguir su ahorro pero les encanta viajar (son los que más consumen pasajes de primera clase, ya que los ricos tienen avión privado); y el lujo accesible, que reúne personas dispuestas a realizar cierto esfuerzo para conseguir lo que quieren. Aquí puede ubicarse el fenómeno de los híbridos, es decir, quienes desean tener lujo en ciertas cosas: son personas con alto poder adquisitivo que, por ejemplo, pueden comprar un pasaje en una línea aérea de bajo costo y después alojarse a un hotel top de 5 estrellas urbano o en un boutique artesanal perdido en la montaña.
Con la exigencia de la personalización en los servicios de alta gama, en la actualidad el lujo se ha vuelto algo bastante personal. Al respecto, la consultora Howard hizo un estudio para la International Luxury Travel Market de Shangai, en el que se realiza una clasificación del viajero según cuatro perfiles diferentes. En primer lugar, el “súper activo”, que es el que viajó mucho, está muy informado, es culto y sofisticado. Esta persona viaja para tener experiencias auténticas, quiere viajes hechos a medida a destinos originales y su tiempo es uno de los bienes más preciados. Es un viajero dispuesto a pagar un precio alto porque no le gustan las vacaciones armadas ni los paquetes rígidos, y pone como requisito la privacidad. ¿Por ejemplo? Una pareja saborea centolla en una isla paradisíaca a la que sólo se llega en helicóptero.
El segundo perfil es “el explorador”, ya que es más pionero y aventurero, pero también quiere un viaje sobresaliente e inusual y no le molesta pagar por ello. Sería feliz durmiendo bajo las estrellas en un desierto y puede resignar el algodón egipcio en las sábanas. La siguiente categoría es “el candidato al lujo”, es decir, la persona que busca confort y calidad en todo. Se trata del viajero más clásico, con un concepto de lujo antiguo, que regresa a lugares que le gustaron o va a sitios que le recomiendan sus amigos.
Por último, se encuentra el “street wise”. Así se conoce a aquel turista que “tiene calle”, sabe mucho porque averiguó, se informó y navegó por Internet. En general, es un viajero más joven con menos dinero pero con mayor flexibilidad de tiempo, lo que le permite viajar en temporada baja. ¿Para qué viaja? Para relajarse, para bajar un cambio. Este viajero podría elegir un crucero para descansar, por ejemplo.
Por eso, las expertas sintetizan, con sólo un puñado de palabras, al nuevo viajero de lujo: está muy informado, es curioso, exigente, cambiante, sofisticado, autosuficiente y respetuoso con el medio ambiente.